
En la leyenda de Ícaro, el padre del protagonista, Dédalo, fabrica unas alas de plumas y cera para que ambos puedan escapar de su encierro en Creta. Cuando lo consiguen, vuelan sobre el mar con cuidado de no acercarse demasiado a las olas ni al Sol. Sin embargo, embriagado por la sensación de surcar los cielos, Ícaro se eleva cada vez más hasta que la cera de sus alas se ablanda y cae al mar, donde muere. Es un destino que todos los que han trabajado en el diseño de Solar Orbiter querían evitar; por eso, el escudo térmico de la nave está construido para resistir temperaturas de hasta 500 °C. Aunque operar tan cerca del Sol es todo un logro, ¿por qué poner en riesgo con algo así una nave de 1.500 millones de euros cuando podemos fotografiar el astro desde la Tierra? La respuesta, por supuesto, está en la ciencia.

Investigadores de la Universidad de Oslo han utilizado una novedosa técnica para extraer el campo de flujo detallado de la cascada de hielo de Khumbu, en las montañas de Nepal, a partir de un gran conjunto de datos de Sentinel-2 de Copernicus. Esta información servirá de ayuda a los montañeros que asciendan el Everest.

En su discurso sobre el estado de la Unión ante el Parlamento Europeo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto hoy como nuevo objetivo para 2030 una reducción del 55 % en las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a los niveles de 1990. El actual objetivo prevé una reducción del 40 %. Para poder llevar a cabo un plan tan ambicioso, es esencial comprender cómo estos gases llegan a la atmósfera y los pormenores del ciclo del carbono, algo posible gracias a los satélites de observación de la Tierra.